Nuria Romo-Avilés/ Experta en género y drogas. Universidad de Granada (España)
La igualdad de género emerge como uno de los objetivos fundamentales para construir un mundo pacífico, próspero y sostenible en la Agenda del Desarrollo Sostenible 2030 y su consecución pasa por implementar políticas sobre drogas con perspectiva de género en el mundo.
Sabemos que, en el caso de las mujeres, junto a los factores de riesgo específicos que tienen cuando consumen o trafican con drogas, se producen desigualdades estructurales que les afectan por su sobreparticipación en las tareas de los cuidados y su falta de representación en los lugares de tomas de decisión política y económica. Esas desigualdades se construyen desde el género, siendo este el que articula factores sociales y culturales que afectan a varones, mujeres, niños, niñas, y personas con diversidad de género en sus experiencias en el desempeño de roles, relaciones, oportunidades o costumbres.
En el uso y abuso de drogas sexo y género interaccionan de forma compleja y afectan a las políticas públicas, mientras que otros factores como la clase social, la lengua materna, la etnicidad, edad, religión u orientación sexual afectan a esta interacción y son claves en la generación de políticas públicas en drogodependencias con perspectiva de género.
Género y consumos
Los roles y las relaciones de género afectan al consumo, al acceso a las sustancias, la iniciación en el uso, las respuestas a la publicidad, la comercialización y la promoción de sustancias legales, y cómo funciona el uso de sustancias para responder a las experiencias de género de trauma, cuidado, pobreza, vínculos sociales, desigualdad o marginación.
El género afecta las respuestas a los tratamientos, las políticas y los mensajes de promoción de la salud o reducción de daños. Así que son muchos los aspectos de las políticas de drogas que necesitan de esta perspectiva y muy incipientes las experiencias. Prevenir con perspectiva de género para ayudar a evitar los riesgos o intervenir sobre los ejes más extremos de la desigualdad, como es la violencia de género en todas sus formas, son ejemplos de una política sensitiva.
Buenas prácticas
Lo cierto es que necesitamos ejemplos evaluados que nos ayuden a comprender cómo incluir el género para generar una respuesta acertada. En este sentido, nos encontramos con experiencias como la del programa de prevención escolar: “Juego de Llaves” de la Asociación Proyecto Hombre, implantado en varias comunidades autónomas españolas, que trata de incorporar el enfoque de género de manera transversal involucrando a las mujeres de manera específica, consiguiendo un efecto diferencial en la autoestima que se incrementa en el grupo de las adolescentes. Sus resultados indican la necesidad de que los programas preventivos incluyan componentes que aborden las desigualdades y las situaciones de vulnerabilidad específicas en función del género, además de indicadores de género que permitan medir la efectividad de estas intervenciones en ambos sexos .
Pero también género y otras variables de desigualdad como la clase social, la lengua materna, la discapacidad o la edad se refuerzan entre sí contribuyendo a la mayor desigualdad que sufren las mujeres: la violencia de género en todas sus formas. La violencia de género es una de las manifestaciones más atroces de la desigualdad. Según la OMS, casi una de cada tres mujeres en todo el mundo ha experimentado violencia sexual de pareja íntima, violencia sexual sin pareja o ambas en su vida. En las políticas de drogas es necesario sensibilizar e intervenir sobre los distintos tipos de violencias en los espacios en los que se usan o abusan sustancias psicoactivas. En este sentido, intervenciones como el observatorio Noctámbul@s, proyecto de línea: “Drogas y Género” de la Fundación Salud y Comunidad para el abordaje de las violencias sexuales en entornos de ocio nocturno y de consumo de drogas ha iniciado una línea de prevención y reducción de riesgos en los contextos recreativos, partiendo de un enfoque basado en acciones de intervención universal y selectiva desde la perspectiva de género. A través de la investigación, la formación, la sensibilización y el acompañamiento a municipios y entidades en la elaboración de protocolos para el abordaje de violencias machistas en los espacios festivos se favorece el diseño de políticas públicas desde miradas feministas.
En resumen, éstas buenas prácticas muestran como una agenda feminista en las políticas de drogas debe ser interseccional y recoger a viva voz el discurso de las mujeres o de poblaciones de género no binario, ampliando los modelos e innovando en la metodología para captar la complejidad del género y provocar un cambio cultural en todas las instituciones que generan políticas de drogas. Queda mucho por hacer ya que es necesario innovar metodológicamente, acceder a los contextos en los que se construye el género y dar voz a las protagonistas, pero sobre todo, tratar de evitar la criminalización excesiva y el estigma que hace profundas las desigualdades sociales de género.