Autor: Víctor Martínez, experto del Programa COPOLAD III y parte del Laboratorio de innovación en políticas de drogas de Perú
Con el apagado del motor de la lancha que nos lleva al embarcadero de la comunidad nativa Flor de Ucayali en la Amazonía peruana, el silencio y el intenso verdor terminan por imponerse al llegar a la localidad.
Ubicada en la selva central, esta comunidad ha sido propuesta para establecer un laboratorio de innovación social que permita avanzar en el diseño de un sistema de alerta temprana que avise ante violaciones de derechos humanos y delitos ambientales en la región, relacionadas con la producción y tráfico de drogas.
¿Qué significa esto? Que tanto la población como las instituciones de esta zona (de difícil acceso y comunicaciones, lo que beneficia al crimen organizado) puedan tener un procedimiento para avisar a las autoridades pertinentes cuando detecten una amenaza para el territorio, tanto desde el punto de vista ambiental como de amenaza a los líderes y defensores de la Amazonía. Se busca incrementar la eficiencia y coordinación de las actuaciones del Estado en este difícil contexto. ¿Están sufriendo amenazas los líderes de la comunidad por defender el territorio? ¿Se está avistando en las últimas semanas tráfico de precursores de drogas ? ¿Existen amenazas a la deforestación? ¿Puede que se estén observando nuevas zonas de cultivos ilícitos? Se trata de contar con canales útiles para que estas “amenazas” puedan ser controladas por las fuerzas de seguridad o la autoridad al cargo y que los avisos puedan llegar a su destino, pues se trata de zonas alejadas.
La misión forma parte de la hoja de ruta de cooperación del programa COPOLAD III con el Perú en materia de drogas, con el apoyo técnico del Agirre Lehendakaria Center (LAC) . Incluye entrevistas y coordinaciones con autoridades y representantes comunitarios en los procesos de escucha, de cocreación y de prototipado, incluyendo a DEVIDA -Autoridad Nacional en materia de drogas, el Ministerio de Justicia y de Derechos Humanos , la Gobernación y a la Fiscalía Regional, la Prefectura y la Defensoría del Pueblo, el Ministerio del Interior, la Policía Nacional, y las organizaciones de Comunidades Nativas, además de con las representaciones de Agencias de Cooperación y del Alto Comisionado de las NNUU en Derechos Humanos.
No es la primera iniciativa de cooperación contra el crimen en este ámbito, ni seguramente será la última. Pero busca aprovechar los aprendizajes que han dejado los diferentes proyectos y las alianzas, mecanismos de coordinación y vigilancia creados en torno a ellos y lograr integrarlos y fortalecerlos de manera que puedan servir de base para una acción más eficaz. El Amazonas vive en un contexto cada vez más complejo, con el aumento del tráfico y de los cultivos ilegales y la operación de diferentes bandas criminales.
Las primeras voces que se escuchan distantes son un indicio del primer encuentro entre el equipo de COPOLAD III y Agirre, con algunos pobladores y líderes indígenas Shipibo-Konibo , que son quienes sufren en primera línea las amenazas y consecuencias del aislamiento en que viven. Nos cuentan cómo viven con impotencia y escasos medios para enfrentar a los agentes externos que les amenazan.
“Vivir seguros, preservar nuestro territorio y recursos y los valores de nuestra cultura son parte esencial del desarrollo que deseamos”, comenta Irene Guimaraes, lideresa de la comunidad nativa Flor de Ucayali.
Tal como ocurre en otras regiones y localidades de la gran cuenca amazónica que abarca nueve países de América Latina, el narcotráfico ha encontrado allí un territorio amplio y seguro para expandir sin límites sus operaciones, en un entorno natural altamente frágil que -paradójicamente- dificulta las posibles acciones de control y respuestas por parte del Estado y que les permite movilizar recursos de todo tipo para el cultivo y procesamiento de la coca, además de abrir rutas estables para su comercialización.
Las estadísticas muestran que cada año, sólo en superficie nueva deforestada, los cultivos ilícitos van ganando más peso frente a otras actividades económicas, además de la convergencia con otros delitos ambientales, amenazas y violaciones.
Es aquí donde también resulta determinante el lavado de activos del narcotráfico, a través de operaciones locales de ocupación o compraventa de tierras, actividades de ganadería, construcción de pistas aéreas clandestinas, establecimiento de plantaciones y concesiones encubiertas, entre otras, que buscan consolidar y asegurar la infraestructura de servicios y apoyo, las zonas de expansión y las rutas de transporte.
A todo ello se suman las necesidades de salud y educación de la población local, unas 70 familias, de la cual apenas la mitad residen de manera permanente en el caserío.
Diversos proyectos de desarrollo local, conservación y vigilancia, centrados en el fomento de cultivos autóctonos, especies forestales y la piscicultura, junto a otras iniciativas socioeconómicas han buscado servir de compensación a las comunidades nativas que han visto afectados sus recursos y territorios ancestrales. No obstante, el asedio del narcotráfico no cesa y los mecanismos de patrullaje y control se dificultan o se tornan inoperantes, mientras que las nuevas alternativas de producción conllevan nuevos desafíos: en su mantenimiento, técnicas de cultivo, procesamiento y conservación y, principalmente, en el acceso a asistencia técnica, financiación y mercados.
En tal sentido, los próximos pasos de esta primera misión será la creación de prototipos o protocolos para la implementación del Sistema de Alerta. En los próximos meses COPOLAD III pondrá a disposición del gobierno peruano apoyo técnico para consolidar sistemas de información y telecomunicaciones que brinden una cobertura estable a los territorios y comunidades afectadas, y que contribuyan a fortalecer los mecanismos de coordinación interinstitucional, vigilancia y control -teniendo como eje principal la red fluvial- que permitan generar respuestas rápidas a las amenazas identificadas.
“Vivir seguros, preservar nuestro territorio y recursos y los valores de nuestra cultura son parte esencial del desarrollo que deseamos”, comenta Irene Guimaraes, lideresa de la comunidad nativa Flor de Ucayali.