“COPOLAD III es un programa necesario para América Latina y Caribe”, es lo primero que pienso al pisar suelo latinoamericano. Necesario también para Europa porque pone sobre la mesa un diálogo técnico sobre políticas de drogas que no está en ningún otro espacio. Lo que más me gusta de la propuesta es que este diálogo se hace ahondando en las complejidades que hay detrás del fenómeno y desde una mirada integral que tiene en cuenta las distintas perspectivas.
El programa se construye como una ensalada bien equilibrada que pone en el mismo cuenco: la necesidad de tener datos actualizados y evidencias; el contexto y las situaciones de la población más vulnerable, añade servicios públicos universales y suma una mirada amplia sobre las políticas de reducción de la oferta. Todo esto se aliña con el diálogo político entre dos regiones que necesitan conversar y trabajar juntas.
COPOLAD III me permitió hace unos meses viajar a Argentina y Uruguay por primera y reunirme con los principales actores de la política nacional de drogas de esos dos países. La idea era acompañar al programa en la construcción de su hoja de ruta. Se trataba de un viaje que me exigía, personalmente, cierta logística familiar y dejar temas que son importantes en el escritorio. Lo primero fue hacer unas gestiones previas de planificación y producción que incluyeron: 7 reuniones, 50 correos, 35 horas de trabajo, 13 horas de viaje y muchas horas quitadas al sueño.
Una vez allí, tuve la oportunidad de trabajar con los actores institucionales clave que están detrás de las políticas de drogas. Sintiendo el entusiasmo de las personas responsables de implementar la estrategia desde la administración, coordinar actores, e impulsar estrategias innovadoras.
Además, el viaje me permitió ver cómo esos conceptos, a veces tan teóricos, llegan a la ciudadanía. En ambos países visitamos dispositivos de atención a personas con consumo problemático. Para mí, que trabajo habitualmente en un escritorio a varios miles de kilómetros de esa realidad, esos momentos de intercambio me dan mucha energía. Sobre todo, porque, aunque creo firmemente en la necesidad de la cooperación técnica pública y soy consciente del aporte de mi trabajo, no tengo tantas ocasiones de pisar el terreno y vivir con otras personas lo que significa que la política de drogas funcione.
En ambos fue un gusto encontrarme tanto con las personas responsables de dispositivos que con compromiso, impulso y conocimiento ponen en marcha los servicios; como con la ciudadanía agradecida de contar con apoyo público para tener alternativas.
La perspectiva de género en el programa
Otra de las cuestiones confirmada durante el viaje es la importancia de la incorporación de la perspectiva de género en COPOLAD. De hecho, es una de las líneas de trabajo que está muy presentes en esta tercera fase y que constituyen uno de los retos más interesantes. Desde las instituciones, durante años, se ha señalado que las mujeres han estado excluidas en las políticas públicas de drogas, porque tienen menos problemas de adicciones. Sin embargo, cuando los tienen, sus problemas son mucho más graves. Habitualmente en el caso de hombres con uso problemático, son sus parejas quienes les empujan a los dispositivos de tratamiento, pero cuando una mujer tiene un uso problemático, ¿quién la acompaña? ¿con quién deja a sus hijos e hijas para entrar en los dispositivos? ¿qué significa para una mujer estar en la calle en situación de consumo? Hay mucho que hacer en este terreno y el viaje nos afirmó la necesidad de seguir impulsando la incorporación de género
Después de la intensidad de compartir tanto con las personas afectadas por las drogas, como con las instituciones involucradas, volver al escritorio a 13.000 kilómetros y retomar los miles de correos, papeles, contratos y reuniones pendientes es complicado. Sin embargo, reinicio estas gestiones con otro ánimo porque sé que muchas instituciones y personas, en FIIAPP, IILA, en la Unión Europea y en los países participantes, trabajamos duro para mejorar la calidad de vida de las personas beneficiarias de COPOLAD; y sé que merece la pena.